El niño, símbolo de lo nuevo

Cuando el niño divino acude a nosotros, ya sea en sueños o bajo la forma de un proceso interno, éste alude al proceso de hacer consciente lo inconsciente.  Lo que se hallaba oculto arriba a la conciencia, en un intento de renovación profunda, permitiendo así nuevos niveles de evolución.

Ya hemos iniciado un nuevo año; el calendario ha soltado su última página despidiéndose para ya nunca volver. El 2012 ha quedado atrás con sus aciertos, desaciertos y aprendizajes tanto personales como colectivos. Habitualmente en esta época efectuamos algún balance, esperando en este hemisferio, que la luz del sol ilumine lo nuevo y su radiante calor queme lo viejo. Tal vez hayan quedado truncados algunos deseos, pero posiblemente hallamos sembrado las semillas de lo que está por venir. Con ansiedad, esperanza, ilusión e incertidumbre, como si aguardáramos el nacimiento de un hijo, nos hallamos expectantes ante el blanco lienzo que habremos de pintar con los colores y formas de nuestra propia creación. En la mitología, el niño divino y el niño héroe  llevan dentro de sí la chispa que contiene este potencial  de futuro desarrollo. Al igual que el niño Jesús en la Navidad, anticipa nuestra capacidad para evolucionar, trascender nuestros propios límites y renovar nuestra fe.

La lucha entre lo nuevo y lo viejo

La figura del niño, ha sido personificada en la mitología y en el arte como símbolo del futuro, de evolución y también de renacimiento. Jung  considera que el arquetipo niño “(…) por un lado, es sin duda «nimio», es decir, desconocido, «sólo un niño», y por otro lado es sin embargo divino.   Representa el empuje más fuerte e inevitable de todo ser, es decir, el autorrealizarse. Niño significa algo que crece hacia la independencia. No puede conseguirlo sin alejarse del origen (…)”[1] Desde este punto de vista, un nuevo año como todo ciclo que arranca, posee las cualidades psicológicas y energéticas de este arquetipo. Tal vez lo que anteriormente fue válido para nosotros deja de serlo y debemos desechar todo aquello que nos impide nuestra futura evolución. Sin embargo, en ocasiones el Yo se resiste a este nacimiento, aferrándose al modelo anterior. Este conflicto quizás se corresponde al del bebé que se encuentra por nacer. Dentro del canal de parto sufre al sentirse atrapado. Si permanece allí muere, contrariamente si sale se enfrenta con lo desconocido, lo cual en definitiva también implica una especie de muerte.

En la mitología, “(…) cuando se profetiza el nacimiento de un niño divino, el viejo rey tiembla temiendo perder su posición. Por lo tanto trata de destrozar al niño porque a pesar de que él mismo fue un símbolo del sí mismo se ha convertido en negativo y destructivo.”[2] Un ejemplo es Herodes, quien habiéndose enterado del nacimiento de un nuevo Rey manda a matar a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén y sus alrededores por temor a ser derrocado. María y José huyen con el niño a Egipto, donde permanecen hasta la muerte de Herodes, protegiendo así a quien sería portador de un nuevo orden.  Esta situación a veces también se manifiesta en el proceso de terapia psicológica. Cuando el niño divino acude a nosotros, ya sea en sueños o bajo la forma de un proceso interno, éste alude al proceso de hacer consciente lo inconsciente.  Lo que se hallaba oculto arriba a la conciencia, en un intento de renovación profunda, permitiendo así nuevos niveles de evolución. La figura del niño en consecuencia, anticipa el nuevo estado de conciencia al cual es posible arribar en la medida que nos vivenciemos como co creadores de nuestra realidad.

La magia de la creación

“Todo aquello que puedas o sueñes hacer, comiénzalo. La audacia contiene en si misma genio, poder y magia”, dijo Goethe.

Una buena forma de comenzar el año es conectarnos con nuestra facultad de co creación. La co creación no es un acto únicamente de la voluntad, también implica una cierta dosis de entrega y acompañamiento al movimiento universal, es decir, al fluir de nuestra alma dentro de las circunstancias colectivas. Como dijo Piero Ferrucci (…) “la verdadera función de la voluntad es dirigir; no imponer. Para que ocurra así, la voluntad debe surgir desde nuestro corazón, que no debe estar contaminado ni desviado por otras fuerzas.”[3]

No obstante, como también afirmó Goethe, la audacia es necesaria para activar  este proceso.  Todo comienzo supone una semilla, un inicio, un potencial, también la determinación, la voluntad. Pero además es importante tener en cuenta que  para que el futuro comience a anticiparse, el pasado debe disolverse. Por consiguiente, alejarse del origen en este caso simboliza conectarse con las potencias del ser, abrirse a la posibilidad de un nuevo orden. El poder y la magia de la cual habla Goethe residen en esta apertura hacia lo desconocido y justamente la figura del Mago al igual que la del niño, contiene el potencial para que su semilla fructifique. 

El arquetipo del Mago nos enseña la creación, nos habla respecto a nuestra capacidad para hacer que exista algo que antes no era, respecto a afirmar nuestro papel como co-creadores del Universo.[4] (…) Cuando un individuo o una sociedad están listos para crecer, la tarea del Mago es destruir esa inmovilidad malsana dando lugar al surgimiento de elementos que anteriormente eran reprimidos o negados.” [5]

Tal vez no exista mejor símbolo de renovación, además del niño divino, que la figura de los famosos reyes magos. Ellos a través de su conocimiento,  consiguieron anticiparse y profetizar el nuevo orden que se aproximaba. Guiados por cierta estrella (el astrónomo Michael R. Molnar  afirma que se trataba de Júpiter transitando por la constelación de Aries, signo zodiacal de los judíos) anunciaron el nacimiento del niño divino. Cabe aclarar que en esa época  el término mago de magós en griego, no era utilizado únicamente para referirse a los hechiceros, se utilizaba además aludiendo a los hombres sabios. Algunos incluso afirman que eran astrólogos y hombres de ciencia.   

La Revolución Solar y el año nuevo personal

Además de existir un tiempo consensuado culturalmente (el del año calendario), también existe un tiempo personal. Desde el punto de vista astrológico, éste comienza al momento del cumpleaños o muy cerca de él (revolución solar). Se trata de una clase de nacimiento que se produce año a año que indica aprendizajes y experiencias relativas a ese año “solar”. Asimismo, el movimiento de los planetas determina ciclos en nuestra vida que varían en su duración y función energética. Toda esta información permite conocer, dirigir y acompañar, el designio de nuestra alma. Y dirigir no es lo mismo que imponer, ya que a veces la imposición de nuestra voluntad conlleva sufrimiento, desgaste energético y pocos resultados. Si nos encontramos en época de verano, es aconsejable llevar ropa liviana, y si es invierno conviene estar abrigado. Y si intentamos sembrar en la época de cosecha por ejemplo, cualquier agricultor nos diría que habremos seguro de fallar.  Por eso siempre es aconsejable sincronizar nuestro interior con el fluir del universo y en este sentido colabora inmensamente la astrología.

Conclusión

Cuando nos encontramos próximos a cerrar o a comenzar un ciclo, tanto en lo personal como en lo colectivo, el arquetipo del niño nos insta en primera medida a abrirnos al misterio del nacimiento y la gestación, en consecuencia a conectarnos con nuestra alma y su función finalista, es decir de auto realización. Podemos nacer una y otra vez si así lo deseamos, pero para arribar a nuestro propio “alumbramiento” debemos aceptar  al niño que pugna por nacer, al factor desconocido o divino que yace en nosotros. Parirse a sí mismo es un acto de arrojo y valentía que también requiere una máxima conciencia del proceso transitado, pero es sin duda el mayor logro que cualquier persona pueda alcanzar.

Nota publicada en la Revista Uno Mismo de Febrero 2013. Todos los derechos reservados. Autora Bárbara Levis Stewart.Prohibida su reproducción sin citar fuente y autor.

[1] Los Espejos del Yo. Downing Christine.
[2] “Símbolos de redención en los cuentos de hadas”. M. Louise V. Franz.
[3] Piero Ferrucci. Psicosíntesis.
[4]  Carol  S. Pearson. El héroe interior
[5] Carol  S. Pearson . El héroe interior

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